Me pasa infinidad de veces, que al leer un texto, oír una homilía, una ministración
y en el caso que hoy nos ocupa, una reflexión, etc., no tengo nada que decir, siquiera una coma que agregar…es como si todo ha estuviera dicho.
Me ocurre con mucha frecuencia cuando leo los escritos del sacerdote Jesuita José María R. Olaizola.
Sus reflexiones no tienen desperdicio alguno, comfortan el alma, levantan al alicaído, dan esperanza a los
sin esperanza y dejan soñar con la libertad de la alegría a los corazones atrapados en la tristeza y en la negación de la felicidad.
Me confieso un admirador y un enamorado de las reflexiones del padre Olaizola, espero que a partir de hoy tu tambien te puedas enamorar,
VENID A MÍ
“Venid a mí”, bramó la tormenta,
invitándonos a adentrarnos
en su intemperie llena de posibilidades.
“Venid a mí”, dijo la luz,
alejando de nosotros
el temor a la sombra.
“Venid a mí”, propuso la esperanza,
convertida en caricia
para quienes andaban cansados y afligidos.
“Venid a mí”, exclamó la pasión,
prometiendo un nuevo fuego
al rescoldo de corazones que en otro tiempo ardieron.
“Venid a mí”, exigió la justicia,
herida –en las víctimas-
por tanta mentira dicha en su nombre.
“Venid a mi, susurró el silencio,
mostrando, con los brazos abiertos,
una forma distinta de cantar.
“Venid a mí”, gritó la soledad,
cansada de deserciones y abandono.
“Venid a mí”, pidió el dolor,
ofreciendo su rostro herido
para que la compasión lo acunase.
“Venid a mí”, pidió el Dos de los encuentros.
Y fuimos. A veces vacilantes,
con toda nuestra inseguridad a cuestas.
Pero fuimos.(José María R. Olaizola sj)
invitándonos a adentrarnos
en su intemperie llena de posibilidades.
“Venid a mí”, dijo la luz,
alejando de nosotros
el temor a la sombra.
“Venid a mí”, propuso la esperanza,
convertida en caricia
para quienes andaban cansados y afligidos.
“Venid a mí”, exclamó la pasión,
prometiendo un nuevo fuego
al rescoldo de corazones que en otro tiempo ardieron.
“Venid a mí”, exigió la justicia,
herida –en las víctimas-
por tanta mentira dicha en su nombre.
“Venid a mi, susurró el silencio,
mostrando, con los brazos abiertos,
una forma distinta de cantar.
“Venid a mí”, gritó la soledad,
cansada de deserciones y abandono.
“Venid a mí”, pidió el dolor,
ofreciendo su rostro herido
para que la compasión lo acunase.
“Venid a mí”, pidió el Dos de los encuentros.
Y fuimos. A veces vacilantes,
con toda nuestra inseguridad a cuestas.
Pero fuimos.(José María R. Olaizola sj)
Y fuimos. A veces vacilantes,
con toda nuestra inseguridad a cuestas….Pero fuimos.(José María R. Olaizola sj)
con toda nuestra inseguridad a cuestas….Pero fuimos.(José María R. Olaizola sj)