¡Animo que soy yo!
Hoy amaneció bastante nublado, pareciera que no hay sol.
¿Estará oculto en algún lugar, ¿será que se habrá ido? ¿Se habrá ido para siempre?
No puedo adivinar cuánto tiempo durará esta especie de semi tinieblas, No tengo respuestas.
Pero me detengo y pienso que “No tendría respuestas si no hubiese experimentado días como estos antes”. Y de esa forma me tranquilizo a mi mismo y me digo: esto ya ha ocurrido antes”.
Será un tiempo transitorio, un tiempo que también pasará, como pasan los días, como pasan las horas; así también pasará este tiempo de oscuridad y, el momento apropiado, saldrá el sol; tarde que temprano volverá radiante a aparecer.
Es impresionante que por un día que no estés y no salgas, me olvide de los infinitos días que en que te he visto, que te he experimentado, que he sentido tu calor abrasante en mi piel y que he visto mi sombra reflejada en la pared por el el efecto de tus rayos.
Por eso hoy también, a pesar de que no te veo, sé que estás…porque sé que tú nunca te vas…porque es tu promesa de que nunca te irías…y porque además de prometerlo, siempre has estado en todos mis momentos, en especial en los más difíciles, tortuosos y oscuros; cuando en días como este, pareciera que ya no saldrás, ¡que te escondes!.
¡Tu no eres de los que vive escondido para siempre!. Yo también he vivido esas ocasiones difíciles (tal vez iguales o peores que estas) en que te dejas ver poco, es como si voltearas la cara hacia el otro lado, creo que para conocer, si a pesar de no verte, sigo poniendo mis esperanzas, mis sueños y mis ilusiones en ti.
Pero a pesar de no verte con claridad ¡Yo Creo Señor! ¡Creo que tu eres el Cristo, el hijo unigénito de Dios! El que ha venido a salvarme, aunque a veces solo piense que eres un fantasma, como los discípulos en la Palabra de hoy,
Y es que tal vez, al igual que ellos, si te aparecieras en ese momento de la forma como lo hiciste con tus apóstoles, también hubiera pensado que eras un fantasma, hasta oir tu clara, pero dulce voz (que claramente distingo) cuando me dices: “Animo que Soy Yo”.
A continuación, una reflexión del sacerdote jesuita Ignacio Olaizola
No te rindas,
aunque a veces duela la vida.
Aunque pesen los muros
y el tiempo parezca tu enemigo.
No te rindas,
aunque las lágrimas
surquen tu rostro y tu entraña
demasiado a menudo.
Aunque la distancia
con los tuyos parezca insalvable.
Aunque el amor sea, hoy,
un anhelo difícil,
y a menudo te muerdan
el miedo, el dolor, la soledad,
la tristeza y la memoria.
No te rindas. Porque sigues siendo capaz
de luchar, de reír, de esperar,
de levantarte las veces que haga falta.
Tus brazos aún han de dar muchos abrazos,
y tus ojos
verán paisajes increíbles.
Acaso, cuando te miras al espejo,
no reconoces lo hermoso, pero Dios sí.
¡Dios te conoce!,
y porque te conoce sigue confiando en ti,
sigue creyendo en ti,
sabe que, como el ave herida,
sanarán tus alas y levantarás el vuelo,
aunque ahora parezca imposible.
No te rindas.
Que hay quien te ama
sin condiciones,
y te llama
a creerlo.
José María R. Olaizola sj