De regreso a “casa”
Lo conocí en el verano de1992. Estábamos en Managua, Nicaragua, para el Primer Retiro de Misión y Visión que se celebraría para la Región Iberoamericana (RIA) de la Espada del Espíritu.
Nos tocó compartir la misma habitación junto a otros hermanos. A ese encuentro asistimos, Luis Camilo, Juan Tomás Vargas, José Luis Sánchez y un servidor.
A Rafael siempre le impresionó (y así lo expresaba), el hecho de que, durante esos días del Encuentro, me dirigía a la habitación de mi hermano Juan Tomás para ver que todo estaba bien con él. Como acabo de decir, cada vez que nos juntábamos (ya fuera solos o acompañados), comentaba con alegría esta manifestación de ocupación e interés por mi hermano Juan Tomás.
Compartimos muchos encuentros de líderes, en encuentros de Coordinadores, en reuniones de líderes, en alguna misión evangelizadora en otras comunidades; y cada vez que nos veíamos, había unas muestras de amor profundo y fraternal entre nosotros.
Vino en algunas ocasiones a Santo Domingo, alguna vez (casi de incógnito) a visitar a su hijo, quién vivió unos años, debido a su trabajo; y como no, en los retiros de matrimonio que nos impartió junto a su esposa Olguita.
Hace apenas 2 meses, lo vimos por última vez. Recuerdo que Patricia y yo cenamos con ellos en un restaurante, el viernes antes del Retiro de Matrimonios. El mismo cariño de siempre, sus mismas ocurrencias, su mismo celo por el Señor, el mismo Rafa de siempre.
Cenamos rico, tuvimos un compartir extraordinario, y nos hicieron muchas preguntas sobre nuestra historia de amor y nuestros años de matrimonio. Les hablamos desde el fondo de nuestros corazones; y tuvimos la oportunidad de escuchar con atención su historia de amor, cuando se conocieron, cuando se enamoraron, cuando se casaron, cuando llegaron los hijos. Fue una noche extraordinaria.
¡Hace apenas unos días nos enteramos de su gravísimo estado de salud! Toda nuestra Comunidad, se entregó en cuerpo y alma a interceder por su estado de gravedad, pidiendo a Dios, salud física y la presencia del Espíritu Santo, los santos y los mártires, y la intermediación de nuestra madre del cielo, para que Jesús fuera con su siervo Rafael.
Ayer por la tarde nos enteramos, que después de estar unos días inconsciente (por estar en un “coma inducido”, finalmente, nuestro querido Rafa, había tenido su “pascua”.
Rafa fue un siervo de Dios, un hermano extraordinario, un pastor incansable, un guerrero, un ministro a tiempo y destiempo.
Los últimos años, había dejado un poco de lado sus responsabilidades comunitarias de la comunidad Enmanuel, de Cali, Colombia, y estaba dedicado al trabajo con matrimonios en toda nuestra Región Iberoamericana.
Rafa ha sido un verdadero testimonio de entrega y servicio.
Recuerdo la primera vez que le oí empezar su oración con su “papito Dios”. Para mí fue un verdadero shock. Aquel hombre, hecho y derecho, dirigirse a su amado Jesús como “papito Dios”, caló profundamente y me mostró el corazón de hijo predilecto, apasionado por su Señor, su amo, su dueño, su todo.
Se que en durante estos días hemos estado orando por El, Olguita y sus hijos.
Rafa, en la tarde de ayer, se nos adelantó en el viaje final. Dios le regaló una muerte tranquila, le evitó una larga agonía, lo libró de una lucha larga por extender su vida terrena. Murió tranquilo el mensajero del Señor, sabiendo que el mensaje que transmitió a todos vivirá por muchos años en nuestros corazones.
Dios y la vida, nos enseñan, nueva vez, que estamos de paso. Que sólo somos siervos inútiles que hacemos lo que debemos, y que nuestra condición es apenas de peregrinos y extranjeros, y que, según su voluntad y nuestra opción preferencial y prioritaria, volveremos a “casa”.
Rafa, hombres como tú no mueren, sólo no te veremos en este plano terrenal, hasta que nosotros mismos, nos encontremos con el justo juez, y, ciertamente contigo y tantos hombres y mujeres que, como tú, se han vuelto grano de trigo, y han dado lo mejor de sí mismos por la extensión del reino.
Hoy sentimos la tristeza natural de quienes han “perdido” a un ser amado. Pero sentimos la felicidad que hay en el cielo, la fiesta que se ha armado, al recibirte en “casa”.
La esperanza de la vida verdadera nos alienta, nos consuela, nos llena de esperanza. Has sido el administrador fiel, a quien el Señor le dio sus regalos especiales, le regaló ese perfume de santidad, para repartirlo y compartirlo con todos aquellos que te conocieron, te trataron y te amaron.
Rafa, para ti sólo pedimos el descanso eterno. Para Olguita y tus hijos, la entereza, la fuerza y el consuelo que sólo viene de ti.
¡Amado de nuestros corazones, siempre te recordaremos! Felicidades por tu “regreso a casa”
Tu hermano de siempre,
Juan Carlos.