¡Wao, otra vez el martirio!
No puedo negar que cada vez que leo una historia sobre un mártir, me estremezco. Se me acelera el pulso, siento mi corazón palpitar y se me mueve todo lo de “aentro”.
Son de esas pequeñas cosas “trascendentales”, que vienen hacia ti, te traspasan y se alejan de ti, no sin antes dejarte una percepción de que algo importante ha pasado en ti.
El convertirse en mártir, es nada más y nada menos que hacerte NADA. por el bien del otro. Valorar y estimar más al prójimo que a ti mismo. Es apartar tus pensamientos sobre ti, y olvidando tu presente (y ya no hablemos del futuro), estar seguro del bien mayor, que es servir al hermano, a quien muchas veces ni siquiera conoces.
Es representar vividamente a Jesús frente a todos. Es ser vid, sal y luz de la tierra.
… Y viendo todo, repasando esa vida y esos momentos, con ojos cerrados y en un momento de “locura por Cristo” , desear ser Yo, el mártir.
Y no es sensacionalismo, ni buscar reconocimiento de ningún tipo, (que pudiera merecer elogio alguno)… sino anhelo, deseo profundo que brota como lava del volcán de mi corazón.
Pero al mismo tiempo reconozco que los Mártires son almas especiales, hombres y mujeres (no escogidos al azar, ni de ningún modo que se auto ofrezcan) sino que DIOS creó con ese fin.
¡Pero que amargo y a la vez que dulce final! ¡Todo tuyo y solo tuyo!
Pues esta es una historia muy particular, es de un Sacerdote Jesuita que a sus 25 años y en su momento final, sonreía como diciendo “aquí estoy, dando Gloria a tu nombre. Y así ocurrió, pues sus últimas palabras fueron:¡VIVA CRISTO REY!
Este hombre se está muriendo… ¿Por qué está sonriendo?
Por Ryan Scheel – 18 de agosto de 2016
Esa sonrisa fácil. Ojos brillantes y felices. La dulce calma de un templado día de verano. Esta imagen podría ser fácilmente una foto familiar antigua; la fotografía capta una fiesta feliz o un agricultor que acaba de regresar de su campo, emocionado con el buen trabajo de sus manos. En cambio, era una imagen de un hombre moribundo. Entonces, ¿quién es este hombre y por qué está sonriendo?
Esa persona era el Beato Martín Martínez Pascual, un joven sacerdote español de 25 años que estaba a punto de ser ejecutado simplemente por ser sacerdote católico.
Era hijo de un carpintero español, un día se bautizó y creció siendo un niño muy piadoso. Se hizo sacerdote y se unió al movimiento de sacerdotes obreros en España antes de comenzar a enseñar en el seminario del Colegio San José de Murcia, enseñando latín en el seminario de Murcia, España, donde es considerado un excelente maestro, querido por sus alumnos.
Cuando comenzó la terrible Guerra Civil Española, el Beato Martín sacó todas las hostias consagradas de la capilla y se escondió en graneros, cuevas y pajares. Escapó de la milicia por unos días pero fue capturado y encarcelado, donde pasó el resto de su tiempo sirviendo a otros prisioneros, escuchando confesiones y distribuyendo la Eucaristía que había guardado.
Cuando llegó el momento de la ejecución, se le preguntó si quería enfrentarse a un arma durante su ejecución, a lo que dijo “no”. Cuando se le preguntó si tenía algo que decir, dijo: “Solo los bendigo, que Dios perdone las estupideces que están haciendo”.
Luego gritó “¡VIVA CRISTO REY!”
Justo antes de que le dispararan, le sonrió al fotógrafo, un republicano llamado Hans Guttman, que le había tomado varias fotografías. En sus ojos, uno puede ver el sabor de la eternidad. Se puede ver la alegría de un sacerdote fiel.
El Beato Martín fue beatificado el 1 de octubre de 1995 por el Santo Papa Juan Pablo II. Su fiesta es el 18 de agosto. ¡Beato Martín, Ora Pro Nobis! ¡Viva Cristo Rey!