El Papa celebra la Asunción de María dedicando una catequesis al «secreto» de la Virgen: la humildad.
Con motivo de la celebración de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa Francisco ha dedicado su meditación dominical previa al rezo del Ángelus sobre
“Hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al cielo” expresó Francisco, que pidió a la Virgen que nos recuerde que “el secreto del recorrido está en el contenido de la palabra humildad, y que la pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta”.
“Dios no mira las apariencias sino el corazón y le encanta la humildad del corazón”, expresó el Papa, y señaló que no nos exalta por nuestros dones, riquezas o habilidades, sino por esta virtud. “Levanta a quien se abaja, a quien sirve”.
“No se atribuye más que el título de sierva”
Basándose en el Magnificat, destacó que “María no se atribuye más que el `título´ de sierva: es `la esclava del Señor´. No dice nada más de sí misma, no busca nada más para sí misma”.
Francisco recordó la enseñanza de Jesús sobre la exaltación de quien se humilla y recordó que por eso “es la humildad la que atrajo la mirada de Dios hacia ella. El ojo humano busca la grandeza y se deslumbra por lo que es ostentoso”, dijo el Papa.
Tras esta primera aproximación, Francisco invitó a los fieles a examinar su relación con esta virtud. “¿Busco ser reconocido por los demás, reafirmarme y ser alabado, o pienso en servir? ¿Sé escuchar, como María, o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las peleas y las discusiones, o solo trato de sobresalir?”.
Nuevamente se refirió al secreto de María como un elemento que puede ayudar a responder correctamente todas estas preguntas. “El secreto de su éxito reside precisamente en reconocerse pequeña, necesitada. Con Dios, solo quien se reconoce como nada es capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía es llenado por Él. Y María es la “llena de gracia” precisamente por su humildad”.
A lo largo de la meditación, definió como una “paradoja” el hecho de que María, “la criatura más humilde y elevada de la historia, la primera en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar, en lo ordinario, sin nada extraordinario”. Por eso, “la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella, admirando su humildad, su disponibilidad, la belleza de su corazón, nunca tocado por el pecado”.
Francisco concluyó esta breve catequesis destacando lo “esencial” de ser “pobre de espíritu y necesitado de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios, pero el que permanece humilde permite al Señor realizar grandes cosas”.
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