Jesús y las Mujeres
Me hubiese encantado poder llamar a este post: Jesús y sus mujeres, pero nadie tiene que decirme que suena irreverente, y de hecho lo es. Además se que más de una voz me hubiera escrito para decirme “hermano, y ¿qué pasò ahì?” . Así que me pareció más conveniente y real, llamarlo Jesús y las Mujeres.
La semana pasada leíamos el Evangelio de Lucas 8,1-3: “Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
No me resulta para nada impresionante, que el hijo de Dios, en su obra salvífica, esté acompañado de “muchas mujeres”, es más, lo considero una obviedad. Lo contrario, es decir, que no hubiese ninguna mujer acompañándole (en sus tres años de vida apostólica), sería bastante extraño.
¿Cómo comprenderían nuestras esposas el papel importante que les toca en la “obra” del Señor? ¿Cómo entenderían nuestras hijas (e hijos) que son necesarias para la extensión del reino de Dios?
Sin ellas, la vida definitivamente no sería la misma. Al nombrar esas mujeres, el Evangelio reconoce su papel esencial en la misión de Jesús.
Las mujeres y los niños no eran valorados en la cultura de Jesús, pero lo más importante es que “en la Comunidad de Jesús” si tengan ese lugar.
Cuando San Pablo dice en su carta a los Gálatas que a los ojos de Dios ya no hay esclavo ni libre, judío o gentil, varón o mujer, estaba predicando la igualdad radical que Jesús predicó con su vida.
La Iglesia tiene un largo camino por recorrer a este respecto, debido a la cultura de desigualdad que ha existido durante dos mil años. Sin duda, quedan muchos pasos por dar.
Ore para que podamos entender claramente lo que Jesús nos está llamando a hacer como iglesia.
Intenta pensar en los rostros de algunas mujeres que fueron importantes en tu vida y te ayudaron a seguir al Señor.
Pregúntate y agradéceles por su trabajo como testigos vivos del evangelio.
Ahora, mientras vuelves a leer el Evangelio de Lucas, imagina el grupo de personas que siguieron a Jesús, una comunidad diversa de hombres y mujeres de todas las edades, de todos los orígenes y posiciones sociales.
Lucas insiste en la presencia de mujeres para mostrar la sorprendente novedad de la comunidad que ofrece Jesús.
Rodéate de quienes siguen a Jesús: “Jesús iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, predicando las buenas nuevas del reino de Dios. Lo acompañaban los doce así como algunas mujeres que habían sido sanadas de malos espíritus y enfermedades. María, también conocida como la Magdalena, de quien salieron siete demonios; Juana, esposa de Cusa y mayordoma de Herodes; así como Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
Al final de la oración, imagina que acompañas a Jesús de ciudad en ciudad, y de pueblo en pueblo, y luego siéntate con El, a descansar.
Pregúntale sobre estas mujeres. Escúchalo pronunciar sus nombres.
Agradece su presencia en la vida del Señor, y trata de expresar en una frase tu deseo de ser como ellas, compañeras de Jesús.