La Felicidad es “temporal” más El Gozo es “eterno”
Es harto frecuente que los seres humanos, y aún muchísimos cristianos aspiremos a la felicidad. La felicidad es buscada, perseguida, ansiada, etc.
Lo que algunos pocos no saben es distinguir la diferencia entre ambas realidades, pues las creemos sinónimas e idénticas.
Sin embargo, deberíamos conocer y discernir que no estamos hablando de lo mismo cuando nos referimos a ellas.
La vida tiene muchísimos momentos buenos y “felices” y nos regocijamos en ellos y con ellos. Celebramos una promoción en nuestro trabajo, el comprar y adquirir cosas (que consideramos necesarias o al menos oportunas), mudarnos a nuestro propio techo, poder tener un carro más nuevo, etc.
Y si nos vamos a cosas más profundas, el hecho de gozar de una buena salud, o recuperarla (en caso de haberla perdido), la celebración de nuestro cumpleaños, el encuentro con seres queridos, la amistad cercana y cálida, el nacimiento de un hijo, etc.
Pero, si nos adentramos en más profundidad, muchos de esos objetivos y/o metas, nos producen y generan alegría y felicidad “temporal”, pues con el paso de los días, meses y años, se va desgastando esa emoción del principio. Es, como cuando a un niño le regalamos un juguete nuevo…sus ojos brillan, su cuerpo se agita, su corazón salta, la “novedad” le emociona, se dibuja una sonrisa de felicidad. Pero, al pasar los días, a pesar de tener su juguete “casi nuevo”, ya no le produce la misma emoción.
La vida del ser humano está llena de momentos de felicidad, pero al mismo tiempo, llegan momentos de infelicidad, de tristeza, de vacío, de pena y de dolor. Perdemos el trabajo, la salud se deteriora, el dinero se gasta, el carro se va poniendo viejo; podemos ver sufrir y llegar a perder a un buen amigo, la mujer o el hombre con quien nos casamos puede decidir marcharse de nuestras vidas, el hijo que ha vivido con nosotros por muchos años decide casarse, irse a vivir al extranjero, e incluso puede enfermar y hasta morir. Sin proponérnoslo nos llegan las 7 plagas de Egipto y los períodos de “vacas flacas”.
Nos vestimos de luto, nos cubrimos la cabeza de cenizas y nuestro mundo parece terminar. La ilusión se aleja, la alegría se marchita, toda nuestra felicidad parece un asunto del pasado.
Recordamos con pena los buenos tiempos vividos, las “bendiciones” que Dios y la vida nos regalaron en el pasado…y un sentimiento de vacío interior, de pesar profundo, de pena profunda nos invade y nos llegamos a creer que “ya nada será como antes”.
No podemos pedirle a una viuda que acaba de perder a su marido, o a quien ha perdido su trabajo o su casa, etc., esté feliz, muestre alegría y en celebración.
Nuestro deber es “estar”, saber acompañar al que está sufriendo, hacernos uno con él o ella y ponernos a su disposición con nuestros recursos y nuestros corazones.
Pero el GOZO es ETERNO. Va más allá de la tribulación, sobrepasa la prueba, trasciende el tiempo “malo” que hemos vivido y experimentado.
Nuestro gozo está cimentado en Jesucristo, en su resurrección, en la vida eterna, en nuestra vocación de hijos y herederos de un reino que no tiene fin. Nuestro gozo está en la Jerusalén celestial, en nuestro regreso a “casa”; nuestro gozo está fundado en que todas las cosas, las circunstancias y las personas que están a nuestro lado, aunque algún día (tarde que temprano) no estarán…su amor es desde siempre y para siempre, y que sus promesas de salvación y vida eternas son para nosotros.
Nuestro Gozo está fundamentado en que somos su propiedad, somos preciosos ante sus ojos, en que nos lleva tatuado en la palma de sus manos; en que no tenemos que presentarnos ante él con nuestro carnet de identidad, pues él nos conoce y nos llama por nuestro nombre. Estamos inscritos en el libro de la Vida. Como cantamos: “en vida o muerte, somos del Señor; y sea que vivamos o que muramos, somos del Señor”.
No pongas tu Gozo en nada que puedas perder. Nada te turbe, nada te espante…sólo Dios basta.
Todo lo que hoy es, mañana no será; sepamos disfrutar lo que tenemos, mientras lo tenemos, compartamos nuestros ratos de felicidad y vivámoslos a plenitud, alegrémonos con los que están alegres y entristezcámonos con el que sufre y está triste.
Pero no olvidemos la causa y razón de nuestro Gozo. Nuestro gozo es la esperanza del cielo nuevo y la tierra nueva, donde ya no seremos peregrinos ni forasteros.
Nuestro Gozo está en que iremos a vivir con El en su reino para siempre.
Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
La Felicidad es temporal pero El Gozo es ETERNO.
Juan Carlos Vargas