Un día como hoy, hace ya 62 años, en Bonao, común de la provincia de la Vega, vine al mundo como Juan Carlos Ramón Vargas Decamps.
Vine el día de Santa María Magdalena, como prefiguración de una vida de Pecado y Sufrimiento, y al mismo Tiempo de Perdón y Seguimiento del Señor Jesucristo.
Y, efectivamente, así ha sido.
He sido testigo de su amor inefable y su piedad infinita; de su cariño inquebrantable y su misericordia omnipresente… El me ha bendecido desde siempre, conoce mis debilidades, mis desvarios, mis travesuras, mis pecados, etc., y también conoce mi corazón ansioso por agradarle, sabe que el “ardor por su casa me consume”, y que me apasiona “con verdadera pasión”, contar y cantar sus cosas a los demás, sobre todos a los no conversos o recién conversos.
Conoce mi ayer, mi hoy y mi mañana; lo que fué, lo que es y lo que vendrá. El que me creó en el seno de mi madre, me examina por dentro y cada día va haciendo que me aleje de lo que Él no quiere y me acerque a lo que Él si quiere, aunque este proceso de Salvación, inexorablemente vaya acompañado de un poco de sufrimiento.
Mi pequeño-grande sufrimiento, es fuente de Gracia y de Salvación.
El Papa Emérito Benedicto XVI en 2006 resumía con precisión cuán relevante es Santa María Magdalena para la vida cristiana: “La historia de María de Magdala recuerda a todos una verdad fundamental: discípulo de Cristo es quien, en la experiencia de la debilidad humana, ha tenido la humildad de pedirle ayuda, ha sido curado por él, y le ha seguido de cerca, convirtiéndose en testigo de la potencia de su amor misericordioso, que es más fuerte que el pecado y la muerte”.
Discípula firme y fiel
Que el Señor me conceda, como a la mujer de Magdala:”seguirle de cerca”, “convertirme* cada día más, y ser” testigo de su AMOR”, todos los días a partir de este momento.