Esta mañana, en mi momento de oración, y mientras oía el Evangelio de hoy, El Buen Dios puso varias ideas en mi corazón. Desde hace un tiempo, y por pura gracia, El me ha enseñado a discernir cuando las cosas vienen de mi, cuando vienen del mundo y, de manera más importante, cuando vienen de su Espíritu Santo.
Es bastante posible, si El así lo quiere, que pueda hablarles de las demás. Pero como siempre, empecemos por el principio.
La Lectura de hoy es del santo evangelio según san Juan (1,45-51):
En los versos 45 y 46 el Evangelio nos dice: En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.»
Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?, y vuelvo a repetir ¿De Nazaret puede salir algo bueno.
Pienso que, al menos a mi, me parece tan familiar y común (y hasta normal) el comentario que ese “hombre justo” hace del anuncio de Felipe.
El contexto es muy interesante, Felipe ha encontrado al Mesías (deseado y esperado por todos los hombres de Dios) y está ansioso de contarle a alguien y compartir la alegría de este feliz encuentro. Pero Natanael, en vez de mostrar, al menos un poco de interés, una alegría mínima, una cierta complicidad con las ganas con que Felipe se lo cuenta…su primer comentario es sencillamente decepcionante.
Y me vi reflejado, y me pregunté cuántas veces he hecho comentarios “deprimentes” ante buenas nuevas de gente que me quiere y a quienes quiero: que fulana se casa, ¡Ay ojalá que le vaya bien, porque la verdad es que…; que al hijo le han dado una beca, HUM, ojalá irse a vivir fuera no le cambie mucho; que sutano pudo dar el inicial de una casa, ¡bueno¡, ojalá que no se olvide de sus padres¡, etc…Y me pregunto, por qué y peor aún, para qué lo hago?, hace bien?, demuestro algo de alegría? les animo? comparto su esperanza?
A todas estas preguntas tengo que responder con un rotundo NO¡, Esto demuestra mezquindad, poca solidaridad, y en definitiva POCO AMOR¡
El ejemplo contrario, lo tenemos en el Buen Señor Jesús. En el verso 47 nos dice: Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
¡Que diferente¡ ¡Que radicalmente opuestos¡ Son los polos contrarios del todo, las antítesis de todo cuanto existe. Natanael aún no ha llegado donde está Jesús, sino que “se acercaba”, y ya Jesús lo reconoce publicamente como un “israelita de verdad” y va mucho más lejos aún, pues como colofón exclama: “EN QUIEN NO HAY ENGAÑO”. ¡Wao¡. Sencillamente me mató, me sacó el aire; no puedo negar que Jesús sentó todas las bases del buen comportamiento, las palabras adecuadas, las que reconocen, las que no dañan, las que provocan esperanza¡
¿Por qué no puedo imitarlo? ¿Por qué no me nace el lisonjear? ¿Por qué encuentro siempre una pega que criticar y no una virtud que ensalzar?…
Es bastante posible que después de la Sagrada Biblia, “La imitación de Cristo sea la obra de espiritualidad más leída por los cristianos” (lectura obligada incluso en mis tiempos de Universidad), fué escrita en 1418 por Tomás de Kempis, canónigo agustino del siglo XV; una de sus frases más famosas fué: “Pon los ojos en ti mismo y guárdate de juzgar las obras ajenas. En juzgar a otros se ocupa uno en vano, yerra muchas veces y peca fácilmente; mas juzgando y examinándose a sí mismo se emplea siempre con fruto.
Debo empezar ya a cuidar “MI PRIMER COMENTARIO”
JC