“…No importa…como quiera dicen”
Evangelio según San Lucas 7,31-35.
Dijo el Señor: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen?
Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: ‘¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!’.
Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: ‘¡Ha perdido la cabeza!’.
Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!’.
Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.»
Veo ahora a Jesucristo iracundo (que no es lo más frecuente) y sin embargo es tan humano desesperarse en alguna oportunidad debido a la incomprensión, las murmuraciones, los chismes, los comentarios dañinos, por el ruido de los que están siempre buscando interpretaciones hirientes, de aquellos que no comen pero tampoco dejan comer; veo a Jesucristo de este modo exasperado ¿qué siento ante esta realidad?
Cuando Jesucristo habla de los hombres de esa época podría, fácilmente, estar hablando de tantas personas que también hoy en día son verdaderamente insoportables, criticones sin espíritu, exterminadores de prestigios, tergiversadores de la verdad, atentos a cada paso ajeno para buscarles objeciones, acusadores para sacar pecados ajenos y absolutamente ciegos a los propios.
Si ayunas, porque ayunas, si celebras porque eres un comilón, qué fácil se nos hace buscar y encontrar motivos para descalificar.
Sin embargo, fijate que a pesar de contemplar que en las palabras haya cierto desfallecimiento y alguna tristeza no hay condena ni rechazo, lo que quiere no es acabar con esos hombres criticones y molestos sino ayudarles a abrir los ojos, y que empiecen a amar al prójimo.
¿Por qué pensáis mal?
Hay profetas de calamidades,
campeones de la queja,
objetores de la compasión,
que siempre enarbolan una ley
con la que cerrar el paso al amor.
Hay guardianes de las esencias,
suspicaces habituales,
profesionales del ‘pero’,
que siempre tienen problemas
con la compasión desnuda.
Hay fariseos contemporáneos,
sembradores de sospechas,
desconfiados en serie,
que al mismo Jesús hoy
le pondrían falta.
Y él, de nuevo,
con el perdón por bandera.
(José María R. Olaizola, sj)