Three in a row
Las cosas valiosas cuestan y mientras mayor sea su valor, mayor será el precio que deberemos pagar por alcanzarlas.
El ser cristiano (o al menos el intentar serlo) conlleva una serie de sacrificios, un conjunto de renuncias y, por supuesto, una negación a la comodidad.
Del mismo modo, servir a otros en amor, conlleva repetidos esfuerzos y una constante negación a nosotros mismos; si bien es cierto que, una vez que empiezas a hacerlo, puede costarte menos o más, dependiendo de quién dependes para llevarlo a cabo.
Muchos conocen mi condición de salud y las limitaciones que tengo a la hora de moverme largas distancias o estar de pies por largos períodos de tiempo.
En otro orden, algunos de mis íntimos sabrán del tipo y calidad de relación que hemos mantenido mi madre y yo en los últimos años; que bien podríamos definir como subóptima y muy lejos de ser ideal. Creo que una de las causas tiene que ver con lo mucho que nos parecemos, sobre todo cuando veo que yo también he ido entrando en edad.
El ser cristiano (o al menos el intentar serlo) conlleva una serie de sacrificios, un conjunto de renuncias y, por supuesto, una negación a
nuestra comodidad.
Sin embargo, viendo la calidad de vida que ahora tiene, y habiéndose mudado (al menos temporalmente) a Juan Dolio, decidí libre y voluntariamente ir a visitarla un día cada semana, pasar un rato con ella diciéndole y repitiéndole lo mucho que la quiero y lo importante que ha sido y es para mi vida; teniendo grandes expresiones de afecto, mimándola, besándola, apretándola, etc., tratando de ir subsanando las ausencias que he tenido en los últimos años.
Pero todo esto supone que debo trasladarme, manejando (yo mismo) mi vehículo alrededor de 1 hora a la ida y la misma cantidad de tiempo (al día siguiente) para la vuelta a Santo Domingo.
Con esta semana ya van 3 semanas consecutivas, en las que puedo lograr este objetivo. Debo decir, que cada vez me cuesta más, no solamente el conducir de ida y vuelta, sino además el dormir en una cama que no es la mía, y estar sentado lejos de la comodidad de mi querido y adorado sillón.
Esta semana ha sido excepcionalmente traumática, he sentido un grandísimo cansancio pero sobre todo un fuerte dolor en la espalda baja que me ha provocado 2 sesiones importantes de fisioterapia; PERO, cuando pongo en la balanza el peso de estas incomodidades y lo comparo con la alegría que les provoca mi visita y mi presencia tanto a mi hermana como a ella, entonces el cansancio y el dolor son minucias.
Cuando fui adolescente, pues créanlo o no, yo también fui adolescente; aprendí una frase que nunca habré de olvidar, (aunque muchas veces he dejado de practicar), y es que AMAR ES HACER AL OTRO FELIZ.
Si mi visita, una vez a la semana, provoca esos hermosos efectos en la vida de quien me concibió en su vientre y en la vida de la única hermana que Dios me regaló, entonces a menos que esté demasiado afectado de salud, seguiré yendo semana tras semana; incomodando a mi cuerpo, pero dando vida a mi espíritu.
AMAR ES HACER AL OTRO FELIZ.