Nuestra Señora del Carmen Advocación Mariana, 16 de julio
He sido feliz la mayor parte de mi vida, pero después de conocer a Jesucristo como Señor y Salvador, haberme casado y tener los hijos que Dios me regaló, puedo decir que los mejores años de mi vida, los pasé en Jarabacoa. Allí “conocí” un cura de pueblo con una Maestría en Pastoral Familiar (realizada en Roma en tiempos en que el ex Cardenal Roncalli, ya investido como PAPA Juan XXIII) iniciaba el Concilio Vaticano II, clamando desde su ventana:
“Oh Espíritu Santo! tu presencia conduce infaliblemente a la Iglesia. Derrama, te lo pedimos, la plenitud de tus dones sobre este Concilio Ecuménico. Renueva tus maravillas en nuestros días como en un nuevo Pentecostés”.
Pués en ese pequeño pueblo, tuve la bendición de conocer a sacerdotes de muchas partes de Latinoamérica, quienes llegaban a Jarabacoa a conocer qué era eso de la Renovación Carismática en el Espíritu Santo. Por allí pasaron (por primera vez en la década de finales de los 70s-mediados de los 80s, el Padre Jaime Burke, el Padre Jorge Bravo, el Padre Jaramillo, Monseñor Uribe Jaramillo, el Padre Santiago Carrillo, varios sacerdotes ecuatorianos y latinoamericanos que ya no logro recordar (hace alrededor de 50 años), y todos iban a beber de la fuente del Monseñor Padre Rafael Mauricio Vargas García y la hermana dominica Sister Ana Feliz, quién había conocido la RCC (muy recientemente) viviendo en el Perú. Esto ocurrió años antes que algunos grandes líderes conocieran el Movimiento Carismático (incluyendo al mismísimo Padre Emiliano Tardif).
Pués bien, esa convivencia con Monseñor Vargas, con quien pasé todos los Veranos, las vacaciones de Semana Santa, las vacaciones de Navidad, casi la mayoría de mis fines de semana. ME MARCO, tan profundamente, que ya nunca jamás he vuelto a ser, he sido, ni seré igual que al principio. Oirlo de madrugada hacer su diario ROSARIO A LA VIRGEN, verlo levantarse a las 4: 30 AM, para salir a las 5:00 AM a celebrar misa a un paraje cercano. Irnos por el camino haciendo 1/3 a la ida y otro 1/3 a la vuelta. Para luego volver a desayunar algo e irse a dar confesión, eucaristía y oración por los enfermos; para de allí hacer alguna misa de cuerpo presente y luego pasar largas horas en el confesionario, irnos a “casa” a almorzar, dormir 30 minutos y luego volver a salir a atender a otras personas y estar a tiempo para misa de 6:00 PM., por eso no acepto bajo ningún concepto de amor “inter fraters” que nadie me insinue siquiera que “TODOS LOS CURAS SON IGUALES”; llegué a convivir en casa, durante esos 6-7 años con muchos sacerdotes (que el Señor obispo de turno del Obispado de Concepción de la Vega) designaba para ayudar en el trabajo, hoy puedo decir con muchísima propiedad que: “HAY CURAS Y HAY CURAS”
Después de algunas vueltas, retomo el tema inicial. Como es costumbres en muchas personas de pueblo, se suele celebrar la Novena a tal santo o a tal advocación de la Madre María. La Patrona de Jarabacoa era Nuestra Señora del Carmen. El nombre Carmelo proviene del hebreo Karm-El, que quiere decir “Jardín o Viña de Dios”
Mi tío-padre era su párroco, y las fiestas patronales comenzaban su novena el día 9 de Julio, y terminaban con la gran fiesta de Nuestra Señora del Carmen, el 16 de Julio. Como gracias a Dios, ya estaba de vacaciones del Colegio, me disponía raudo y veloz a salir a mi oasis de vida y de aire espiritual que era convivir con mi tío-padre, sobre todo en ese tiempo especial para con su grey. Además, y como postre para mis hormonas, estaba la costumbre (al salir de cada misa de novenario) dar más vueltas que un trompo alrededor del parque (que en los pueblos queda al lado de la iglesia) e ir a ver a las muchachitas bonitas, a quienes después de algunos días (a menos que tuviera el tigueraje que a mi me faltaba o la velocidad de flash, de la que carecía también) ustedes podrían suponer, que al ser el sobrino del Padre Vargas, (me daría cierto status) pero en verdad era apenas un sobrino capitaleño parigüayo).
Pués, por fin entro en materia (esto ha sido más largo que una condena de 5 cadenas perpetuas en EEUU)
La Virgen de Nuestra Señora del Carmen, existe como memoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, monte en el que Elías consiguió que el pueblo de Israel volviese a dar culto al Dios vivo y en el que, más tarde, algunos, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida eremítica, dando origen con el correr del tiempo a una orden religiosa de vida contemplativa, que tiene como patrona y protectora a la Madre de Dios. Desde los antiguos ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo, Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada.
El 16 de Julio de 1251, San Simón Stock, superior de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (carmelitas) se encontraba en oración, pidiendo a Dios por sus hermanos perseguidos. De pronto, la Virgen María se le apareció.
Esto ocurrió en Aylesford (Inglaterra) y marcó el inicio de esta hermosa devoción a la “Reina y Señora del Monte Carmelo”, piedad que ha ido floreciendo y extendiéndose con abundantes frutos de santidad.
También en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción. En las palabras de Benedicto XVI, 15,VII,06: “El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió la Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó felizmente a la santa montaña» (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. ¡Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la oración¡.
La estrella del Mar y los Carmelitas
Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar. Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundo. La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo.
Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: “Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”. En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo. La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron. Es patrona de Chile; en el Ecuador es reina de la región de Cuenca y del Azuay, recibiendo la coronación pontificia el 16 de Julio del 2002. En la iglesia del monasterio de la Asunción en Cuenca se venera hace más de 300 años. Es además venerada por muchos en todo el continente.”