SAN ANTONIO MARÍA
CLARET
Cada año, el 24 de octubre, la iglesia celebra a San Antonio, quien luego se convirtió en arzobispo de Cuba y confesor de la reina.
Su imagen está estrechamente asociada a la educación debido a la destacada labor de sus hijos espirituales, los cretenses.
Nacido en Salente, Barcelona (España) en 1807, trabajó como tejedor en su juventud y por ello es considerado el patrón de los tejedores y de la industria textil en Cataluña.
Desde pequeño se destacó por su amor a Cristo y a la Virgen María.
De hecho, la Santísima Virgen siempre ocupó un lugar central en su vida y la consideraba su protectora
Su personaje ha sido la inspiración de todos los trabajos de la familia Claret, incluidos cientos de centros educativos donde se ha fomentado la excelencia académica.
El 13 de abril de 1951 el Papa Pío XII lo declaró patrón de la Diócesis de Canarias (España); desde 1980 es el patrono del catecismo cubano.
Si la vida está en peligro, llama a María.
“Oh Virgen María y Madre de Dios…
Soy tuhijo y misionero, forjado por tu misericordia y amor” (San Antonio María Claret).
Un día, cuando Antonio era muy pequeño, él y unos amigos salieron a caminar por la playa.
Mientras caminaba por la orilla, de repente una gran ola lo arrastró al mar.
Al no poder nadar, comenzó a ahogarse.
En su pánico llegó a gritar: “Santa Madre, ayúdame”. De repente, y no pudo explicar por qué, más tarde regresó a la tierra sano y salvo.
Siempre que Antonio piensa en esta escena, dice que la Virgen lo salvó.
Unos años más tarde, el joven catalán ingresó al seminario.
En 1835, tras su formación, fue ordenado sacerdote.
Al principio tuvo deberes diocesanos, pero su mayor deseo era ser misionero.
Tras dejar su cargo, se fue a predicar el evangelio primero a los suburbios de Cataluña y luego a las Islas Canarias.
En1849 fundó la Sociedad Misionera del Inmaculado Corazón de María, hoy conocida como Claretianos. También fue el fundador de la Congregación de la Inmaculada Concepción (Misionera de Claret).
Centroamérica y la lucha contra la esclavitud
Unos años más tarde, a petición del Papa, Antonio María fue enviado a Cuba, donde se convirtió en arzobispo de Santiago de Cuba.
Allí trabajó para reestructurar la vida de la iglesia (la arquidiócesis había estado sin sacerdote durante más de una década) mientras luchaba contra la injusticia social en el medio ambiente. El arzobispo Claret se enfrentó al maltrato de los pueblos nativos por parte de los europeos y desarrolló una versión especial de la Ley india para promover su difusión, ya que podría ser una buena herramienta para mejorar el trato a los esclavos.
Era odiado por los propietarios de esclavos y objeto de numerosas amenazas.
Un hombre incluso intentó matarlo con un cuchillo.
Afortunadamente, el atacante sólo le cortó parte de la cara y la mano derecha. Aunque estuvo gravemente herido durante mucho tiempo, tras su recuperación, inició otra gira por su extensa arquidióces. El arzobispo continuó así hasta que llegó el momento de abandonar la isla y regresar a España.
Tras regresar a Europa, continuó escribiendo textos relacionados con la fe y las enseñanzas, así como otros textos de carácter más espiritual en beneficio de lossacerdotes y la educación religiosa. En uno de los artículos escribió un párrafo explicando su devoción y devoción pornuestra madre:
“Rezadle el Rosario todos los días con devoción y fervor, y veréis cómo María Santísima será vuestra madre, vuestra defensora, vuestra intercesora, vuestra maestra, todo lo que sois después de Jesús”.
Ultimos años del exilio
San Antonio María Clara también se convirtió en confesor de la reina Isabel II de España , por lo que estuvo exiliado con ella cuando fue derrocada en 1868.
Junto a la monarca permaneció en Francia hasta el final de su vida.
Esta estancia no fue interrumpida hasta 1869, cuando el Papa Pío IX lo convocó a Roma para participar en el Concilio Vaticano I.
Incapaz de completar el concilio, regresó a Francia.
Murió en 1870 sin poder regresar a su tierra natal.
Antonio María fue beatificado por el Papa Pío XI el 25 de febrero de 1934 y por el Papa Pío XII el 7 de mayo de 1950.