San Ignacio de Loyola
San Ignacio, un hombre para los demás
Ignacio de Loyola nació en España en 1491 en un momento en que las familias nobles como la suya esperaban que sus hijos se convirtieran en soldados y lucharan en las batallas por su país. Ignacio amaba la valentía y el reconocimiento que venía con ser un soldado y, a menudo, disfrutaba de la gloria de la victoria. No sabía que un día su vida cambiaría drásticamente.
En 1521, un cañonazo francés disparó a Ignacio en la pierna y lo dejó postrado en cama. Mientras se recuperaba de sus heridas, leyó dos libros: uno sobre la vida de Cristo y el otro sobre la vida de los santos. Mientras leía, notó las buenas obras que estos santos habían realizado y deseaba hacer grandes cosas con su vida también.
Entonces juró que serviría el resto de su vida al servicio de Dios, haciendo la obra de Cristo en la Tierra. Poco después de recuperarse, su objetivo era recibir educación, saber más sobre la fe y servir como director espiritual. Eventualmente compiló las muchas oraciones, ideas, meditaciones y pensamientos sobre cómo vivir en Cristo como una persona de fe. Llamó a esta compilación los Ejercicios Espirituales.
Años más tarde, con sus amigos Francis Xavier y Peter Faber, Ignacio formó una nueva orden llamada la Compañía de Jesús, también conocida como los jesuitas. Su mensaje consistía en hacer las cosas Ad Majorem Dei Gloriam (AMDG), en español, “Para la mayor gloria de Dios”, un mensaje que los niños y jóvenes pueden entender fácilmente. Los jesuitas fueron educadores y misioneros y abrieron muchas escuelas en todo el mundo. El mensaje de San Ignacio sigue vivo a través de las palabras y obras de los jesuitas. Además, el Papa Francisco es el primer sacerdote jesuita en ser nombrado Papa.
En las escuelas ignacianas cada mañana, se reza el Suscipe, una oración que se dice que fue escrita por San Ignacio, que pide la guía de Dios para el día. Ayuda tanto a los estudiantes como a los maestros a recordar que cada día es un nuevo comienzo, independientemente de lo que haya sucedido el día anterior. Te invito a tomar un momento y rezar esta oración. Te animo a que empieces a decirlo una vez a la semana, o cada mañana de camino al trabajo, o en un lugar tranquilo durante el almuerzo. Al recordar a San Ignacio de Loyola en su fiesta de hoy, recordemos su forma de vivir Magis, una vida con un propósito superior que siempre se esfuerza por servir a Cristo mejor que antes.
Mi parte favorita y el propósito de esta lección para los pequeños es la oportunidad de abrir los ojos a las necesidades de los demás y preguntarles qué pueden hacer para ayudar.
Algunas respuestas comunes:
“Puedo ayudar a mi amigo cuando se cae”
“Puedo sonreírle a mi mamá cuando está enojada conmigo”
“Puedo ofrecer jugar con alguien que no tiene amigos”
“Puedo decirle a mi papá que compre más ropa y se la dé a la persona en la calle”
“Puedo traer comida extra en el almuerzo y compartirla con alguien que tenga menos comida”
Aunque estas respuestas son de niños de 5 años que recién están aprendiendo acerca de Dios, tienen peso y perspicacia, lo que demuestra que se puede vivir una vida Magis incluso a través de nuestras acciones cotidianas.
La oración de San Ignacio
Toma, Señor, y recibe toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento,
y toda mi voluntad,
Todo mi haber y mi poseer. Todo es tuyo
A ti, Señor, te lo devuelvo.
haz con él lo que quieras.
Dame solo tu amor y tu gracia,
que estás me bastan.
Amén.